Te empeñaste en que escribiera, te empeñaste en que creara, te empeñaste en que rimara y, con ello, me amargaste el café de las tardes y la mediocridad de la tinta; pero, también, con tu empeño despertaste la magia de las ideas en el pensamiento, el olor a sal de las imágenes tangibles y mi pasión por el mar de invierno.
Por Esther Rebola
Acantilado en Sagres (Portugal)
Amanecer en Cabo de San Vicente (Portugal)
Atardecer en Tarifa (Cádiz)
Casi la hora de comer en Cabo de Gata (Almería)
Mar rizada en Albufeira (Portugal)
Media tarde en Praia da Cordoama (Portugal)
Mediodía en Torremolinos (Málaga)