Los Verdiales

Texto: Daniel Ramallo Ruiz
Fotografía: Raúl Pérez

 En las montañas pelonas aledañas a la ciudad de Málaga se fraguó en la antigüedad un arte peculiar. En esos repechos al sur de Los Montes se forjó una manifestación artística popular conocida como «Verdiales», unas singulares comparsas musicales que destacan a simple vista por su estética flamenca: vemos guitarras y castañuelas, pero incorporan también platillos, violines, pandero ensonajado y laúdes. Sus integrantes llevan unos singulares sombreros repletos de flores, espejitos, conchas y perlas entre otra bisutería, así como veinticuatro cintas colgantes de colores. Curioso verdad, eso mismo diría Howard.

     Ni el más acérrimo verdialero te precisará una fecha en el tiempo como punto de origen aunque los estudios nos remontan a épocas preromanas, del culto al sol de las antiguas colonias establecidas por estas tierras y que fusionarían con las fiestas saturnales de la antigua Hispania. 

     Tienen pues un origen pagano, de ahí que el momento de mayor expresión de estas comparsas, conocidas como pandas, sean entorno al solsticio de invierno cada año: la «Fiesta Mayor». Curioso verdad, eso mismo diría Howard.

     Aunque de extensión geográfica reducida, no abarca toda la provincia, presentan una diversidad musical catalogada en tres «estilos», unos matices que, aun no siendo expertos, podríamos distinguir con sólo prestar atención a su puesta en escena: el «estilo Montes» es el más tosco y destaca por su percusión del pandero, el «estilo Almogía» por su ritmo más acelerado, y el «estilo Comares» el único que incorpora el laúd. Curioso verdad, eso mismo diría Howard.

     Mientras los tocaores afinan las cuerdas de guitarras, violines y laúdes, los del pandero y las castañuelas calientan sus dedos y muñecas, los cantaores ni hacen gárgaras ni tomaron erísimo, ¿para qué? los aficionados espectadores reconocerán al primer berrío la letra de la coplilla. Al director de cada panda se le conoce como «Alcalde» y es quien entre los aspavientos instructivos que va haciendo con una varilla de flecos de colores, señala a quien debe entonar esos versos. Curioso verdad, eso mismo diría Howard.

     Acompañando a tocaores y cantaores están los bailaores. Algunos ondean una bandera en sus pasos y otros bailan en parejas o grupos. En el baile conocido como el trenzaíllo, un hombre baila con dos mujeres, y antiguamente dicen que en el transcurso del baile eran dos pretendientas luchando por conseguir a su futuro novio si conseguían romper alguno de los espejitos del sombrero con su toque de castañuelas. Lógicamente el hombre inclinaría más la cabeza hacia su preferida durante el baile. Curioso verdad, eso mismo diría Howard.

     ¿Y quién es Howard?. Pues una persona como yo, quizás como tú, y como otros muchos espectadores que queda perplejo cada vez que los veo tocar. Este folclore vivo, el más antiguo de Andalucía y hoy día declarado de interés etnológico, quedó plasmado hace ya muchos años en la gran pantalla en una historia de robo y huida en la que el actor inglés Trevor Howard, hace un alto en el camino y se ve involucrado en mitad de una panda verdiales. En Moment of Danger, película renombrada en varios países simplemente como «Málaga» aunque nunca estrenada en nuestro país, vemos a Howard primero reacio, después curioso y finalmente hasta bailando por verdiales y bebiendo a gollete de una bota de vino de Los Montes.

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