Texto y fotografía: Paco Rosso
Al norte de la isla de Cádiz, a la bajamar se descubre el fondo rocoso en el que estuvo en su momento el templo de Tanit, la del manto de cielo, la Dama Blanca ¿Puede que, inmortal, se levante cada día para recolectar nubes con las que vestirse y pasear hasta la siguiente pleamar? La belleza se representa, según dicen, como un desnudo femenino con el rostro velado, porque nadie puede dibujar la auténtica belleza. Y la Dama Blanca de las marismas se sienta en el betilo que enraiza en el interior de la tierra, descansando sobre el agua, vestida de cielo pero no espíritu de fuego.
En Cádiz, con Claudia, a mediados de un otoño, antes de que llegue el frío.










Paco Rosso