Jesús Jaime Mota: el hombre del pelo blanco

Fotografía: Jesús Jaime Mota
Texto: Bosco Martín

Fueron muchas las horas compartidas con Jesús Jaime. A su lado crecí fotográficamente, aprendiendo distintas formas de mirar no solo la fotografía, sino también la vida. Entre charlas sobre técnica, laboratorio y, sobre todo, sobre sus experiencias, fui descubriendo su manera única de entender este arte. No había semana en la que no nos encontráramos para conversar y compartir. Lo que empezó como una pasión común, terminó convirtiéndose en una profunda amistad.

Jesús fue un adelantado a su tiempo, un autodidacta incansable. Siempre estaba investigando, experimentando y, lo más importante, compartiendo con generosidad sus hallazgos. Amaba el blanco y negro, respetaba el color y consiguió hacer de ambos un lenguaje propio.

Era amigo de sus amigos, siempre sonriente, soñador. Su famoso premio le abrió las puertas para recorrer el mundo, y en cada viaje nos regaló imágenes que nos mostraban realidades desde una perspectiva distinta, reveladora. Descubrió África y África lo descubrió a él. Aún lo recuerdan en muchos pueblos como «El hombre de pelo blanco». También llegó a Asia, y de China nos ofreció una mirada diferente, nueva. Estoy seguro de que hubiera regresado muchas veces más, pues la cultura asiática lo fascinaba, en especial la japonesa.

Hoy sigo viajando con él a través de sus fotografías. Las paredes de mi casa están llenas de su obra, y en los libros que ojeo encuentro esas pruebas de laboratorio que me regalaba con humildad, diciendo: «solo son pruebas, no son definitivas, no están completas, no son perfectas». Para mí, ahora, son totalmente válidas y perfectas, porque en ellas lo recuerdo.

Aunque no pude acompañarlo en algunos de sus viajes, él me hizo partícipe de otros, más íntimos y personales.

Por eso solo os pido que disfrutéis de sus fotografías. Deteneos a mirarlas con calma y descubriréis cómo Jesús comparte en ellas no solo sus viajes, sino también su alma.

Ojalá algún día se le reconozca como merece, y se le otorgue, aunque sea a título póstumo, el Premio Nacional de Fotografía. Sería un justo homenaje a su talento y a su vida.

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